Wednesday 8 October 2014

El cantante.


El corazón. El corazón hecho jirones y las lágrimas quemándoles las retinas. La nostalgia se agolpó en su cara, como cuando un catarro no te deja respirar. Sus manos temblaron, su voz se quebró y ya no pudo seguir con la letra de su más aclamada canción. Tendió la mano con el micrófono en ella y dejó que el público siguiese con el tema.
"No puede ser... Nunca lo había sentido... Este amor... Está divididoooo..."
Por fin había entendido la letra de la pieza que habían escrito para él y que lo había catapultado a la fama y un fuerte escalofrío había recorrido todo su cuerpo delante de las miles de personas que estaban allí para sentir eso que sentían cada vez que escuchaban su música en el coche, en casa o en el gimnasio. De repente notó cómo su sudor se había congelado en su espalda y el tiempo se paró. Miró una a una a las personas que tenía delante, gritando su nombre, volviéndose locas con tan solo el contacto de sus ojos.
Había dejado de latir, estaba seguro. Su corazón se había desintegrado por completo y seguramente le quedaban segundo de vida... ¿O era aquello lo que le habían dicho que se sentía?
Y entonces lo recordó: Recordó el día que su padre, guitarrista de toda la vida, le dijo unas palabras que ahora empezaban a tener más sentido que nunca:
"Es como parte de ti, no podrás vivir sin ella; tu voz, tu cuerpo... Tu alma... Con ella... Seréis uno. Y ya no sentirás igual. Será maravilloso, y no querrás vivir de otra manera"
¿Qué había hecho con su vida? Se había convertido en un cantante de pacotilla al que escribían letras, componían canciones y creaban bailes espectaculares para que la gente lo amase, lo adorase. Y él había estado contento con ello, pensando que su padre se sentiría orgulloso. Pero no, no había seguido el camino correcto, y en aquel momento se dio cuenta.
-Mack, Mack, ¿Estás bien?-Le preguntaban por el pinganillo.
-Si.-Susurró.-Es la música...-Dijo para sí, mientras sus fans coreaban el estribillo.- Acabo de sentir la música.

Pandora

La luna iluminaba tu cara como si de una brillante perla se tratase. Tu sonrisa destacaba en aquella noche cálida. Tus ojos, fijos en los míos, destapaban la verdad absoluta que deseaba mi corazón desenterrar de lo más profundo de tu alma, para sacarla a la luz. Pero justo antes de abrir a Pandora, tus lágrimas dejaron que el candado que tus labios habían llevado durante tantos años, siguiera intacto. Sentí rabia, no te voy a engañar. No pude sino abrazarte y dejar que tus penas descansasen en las fibras de mi jersey azul, ese que tanto te gustaba cuando me lo compré.
Quería que dijeses la verdad, que me contases ese secreto que necesitaba saber. Que expulsases esos demonios que te quemaban por dentro impidiendo que tu magia fuese liberada. Pero eres mi amiga y entiendo que para todo hay un momento, y aunque aquella luna prometía no descubrir nuestro encuentro, no reproducir tus palabras y guardarnos el secreto, no dije nada. Te abracé, y dejé que ese mal que te consumía se liberase poco a poco. Ya habría tiempo para que lo dejases marchar.

Estados de Ánimo.


Sigo pensando que la injusticia se abre paso entre la inseguridad y la penuria, entre el destierro de las almas y el declive del fuerte y digno latir de los corazones puros. ¿Llegará algún día en el que la lanza de la dignidad por fin caiga en aquel círculo infernal para tantos y lleno de gloria para tan pocos? ¿Será el coraje y las ganas de mirar hacia un horizonte más claro y limpio lo que desencadene el cambio, o quizás las ganas de una sonada vendetta?. ¿O por el contrario será las lágrimas caídas sobre las pieles enrojecidas de ira y rabia contenidas las que, cual fango bajo tus pies, impedirán que procedas al siguiente movimiento de la estrategia? ¿Serán estas húmedas y viejas enemigas las que marcarán el fin de una época que podría haber cambiado de haber tenido la valentía de luchar a contra corriente? No sé si estoy preparada para un mundo en escala de grises. Creo que prefiero el blanco y negro.


Tuesday 16 September 2014

I wish I was death.

Sin sentir el dolor que solía evitar que uno continuase con lo que ella estaba, la joven siguió dibujando en su piel aquellas palabras de rabia y repulsión.  De sus ojos no salían lágrimas, pues se habían quedado fijos, casi inanimados, mirando hacia un vacío que nunca se llenaría.  No podía notar la punta de aquella afilada cuchilla rasgando lo poco que quedaba de seguridad en ella. Tampoco pudo notar el frío cuando el filo se metía dentro de su carne, era como si ella ya estuviera helada.  Aún así, las letras nos se paraban de suceder, y las palabras se escribían bien claras, como si sus dedos tuviesen ojos. 
Su corazón parecía acelerase y calmarse a la vez; recordó el día en el que decidió poner el coche a 140km/h y cerrar los ojos durante unos segundos que le habían parecido eternos. Ese tipo de sensaciones que no se tienen muy claro si son placenteras o no. 
Había decidido no poner música, pues sabía que podría dejarse llevar por el sonido de ésta, y no sabía lo que podría pasar si eso ocurría. Tenía miedo. En vez de eso, se concentró en los sonidos del edificio: Los llantos del bebé del apartamento contiguo, los ladridos del perro del primer piso, la canica que no paraba de rodar por el suelo del vecino de arriba... Respiró hondo y también se concentró en el olor a café que venía desde la ventana o el desagradable aliento de gato que su mascota desprendía al bostezar. Por primera vez en horas desvió la mirada hasta los ojos esmeralda de su gato, y pensó en cómo hacerlo: Primero debería de darle una explicación a sus seres queridos y decirles que no era culpa suya, escribir uno por uno los nombre de aquellas personas que la habían apoyado en algún momento en su vida, pedirles perdón... Y pensó en todas aquellas lágrimas derramadas. ¿Las habría? Quizás si.
Y por primera vez sintió dolor al caer una lágrima sobre una de aquellas heridas que habían provocado no sólo su turbio pasado sino la incertidumbre de su futuro. Miró a sus piernas, llenas de sangre y seguidamente miró a la cuchilla que sostenía. Instintivamente dio la vuelta a su muñeca y repasó sus venas con los dedos. La sensación de estar en aquel coche se desvaneció, parecía que había despertado de un sueño eterno y comenzó a llorar sin control, temblando, sin poder articular palabra... Y lo siguiente que hizo fue buscar ayuda.