Monday 30 September 2013

1 Octubre.

Ella sostuvo la taza de café caliente en sus manos hasta que éste se quedó completamente frío y con la nata por encima. Se había quedado absorta en sus pensamientos con la mirada fija en un punto escogido al azar. El estómago no le dejaba beber, ni comer y la cabeza le daba tantas vueltas que decidió tumbarse dejando aquella taza de café en el suelo. Cerró los ojos, pero no pudo relajarse. La incertidumbre de lo que pasaría en unas horas la había dejado hecha un flan.
          "No puedes estar así" Se dijo. "Sólo hay una forma de calmarte, amiga"
Y lo hizo. Se puso de pié y se acercó a la cocina donde le aguardaba una botella de ron que se había comprado hacía meses y que nunca había llegado a abrir. Cogió el vaso más grande que tenía, tomó hielo del congelador y abrió una lata de Coca-Cola. El combinado hizo que se relajase casi al instante, pero aún así estaba preocupada por que algo pudiera salir mal. A cada pregunta sin explicación que le venía a la cabeza, ella daba un trago a aquella bebida, de la cual estaba a punto de servirse su cuarto vaso cuando el timbre sonó por fin.
        El corazón le dio un vuelco y al querer levantarse las piernas parecían fallarle. Respiró profundamente y abrió la puerta.
-Qué guapa estás. -Dijo él, en cuanto abrió la puerta.
        Ella se quedó callada. No se acordaba de que horas antes se había puesto un escotado y diminuto vestido negro, se había alisado el pelo y puesto maquillaje que le destacaba los ojos y los pómulos.
        Durante unos segundos que parecieron eternos, los dos se quedaron callados, mirándose a los ojos, pero él, como siempre él, se lanzó abrazándola fuertemente y dándole un apasionado beso. Ella sólo se movió para cerrar la puerta. Sin previo aviso, él cogió la mano de ella y se dirigió hacia su cuarto donde se besaron apasionadamente.
-Entonces es verdad,-Susurró ella.- después de todo este tiempo, vas a ser tú. Tú serás...
-Claro que si. No podría ser de otra manera, ¿No?
-No. Sólo tú podrías venir para desvirgarme.
-Después de todo, somos amigos, ¿no?
       No hablaron más. Ella estaba tan nerviosa, que le temblaba la voz, pero no se dejó vencer. ¿Y qué más daba? Sabía que en cuanto él abandonase la habitación, no se volverían a ver.

      Y así fue. Y gracias a ello, a todo ello, existió un 24 de Febrero.