Saturday 17 December 2011

Seizel y Looise.

-¡¡No te mueras!!-Dijo entre sollozos-¡Quédate conmigo!


Pero no les quedaba tiempo, el veneno estaba entrando cada vez más rápido en el cuerpo de Áless y al mezclarse con la sangre, dejaba al joven exhausto, débil...


Seizel recorrió con sus dedos el rostro del joven, intentando que así se calmase para que la sangre no circulase tan rápido por sus venas, e intentando darle más minutos de vida. 


-Seizel.-Dijo Looise, agachándose a su altura. Aún en esas circustancias, el corazón de la joven bruja dio un vuelco cuando sus ojos se cruzaron con aquellas dos lagunas de color plata -Seizel, se nos va... No tenemos dinero para comprar ese antídoto... Se acabó. -Le puso una mano en el hombro. 


Seizel miró una vez más a Áless, antes de que este se quedase inconsciente en el suelo. 


-¡¡No!! Hay una cosa que si puedo hacer-Dijo con decisión, endureciendo el rostro y poniéndose de pie. 


-Looise-Empezó-Lleva a Áless a la posada más cercana, coge dos habitaciones, -Intentó no mirarle a los ojos-  Teix, -Señaló a la joven ladronzuela, que sollozaba al lado del cuerpo de Áless, cogiéndole de la mano.-Necesito que lo cuides. Dale esto-Sacó un frasco del zurrón y se lo dio a la pelirroja.-Dáselo una vez cada quince minutos, hará que su corazón se mantenga caliente.-La joven asintió con la cabeza mientras cogía el tarro. -Luke y Don, Necesito que seáis la escolta mientras estoy fuera. Que nadie se acerque a Áless o a cualquiera de vosotros... ¿De acuerdo?


Los hicieron un movimiento de cabeza y pusieron una expresión extraña, como si no hubieran comprendido las palabras de la joven. 


-¿Qué vas a hacer, Seizel?-Preguntó Looise, mirándola fijamente. 


-Voy a salvar a Áless. 


Y diciendo esto, dándole un último vistazo al joven, montó en su caballo negro de manchas plateadas y salió al galope hacia ese sitio al que juró nunca iría. 


(...)


No quería pensar lo que estaba a punto de hacer, pero era la única forma de conseguir dinero suficiente para comprar el antídoto para salvar a Áless. 


La puerta se abrió y la bruja entró en aquella casa en a la que siempre le había guardado un profundo sentimiento de asco. 


-Tornuk-Dijo Ella- Acepto tu trato.


Tornuk, aquel hombre que vivía en Ciudad sin Ley. Aquel hombre conocido por sus relaciones con mujeres de toda condición y de toda clase: Jovenes, menores, blancas, negras, altas, bajas, incluso ancianas... No era escrupuloso... 


 Y hacía años, le había propuesto a Seizel que si ella pasaba una hora con él, Tornuk se lo pagaría con lo que ella le pidiera. Y era de manejo público que lo que no le faltaba al hombre, era dinero.


-Pues que comience el juego-Dijo con una sonrisa maliciosa en la cara.Su cara llena de cicatrices. No de guerras, de peleas y enfrentamientos. 



Tornuk  se acercó a ella y le tocó la suave piel de su cara, ahora enrojecida por la ira, la rabia y la desesperación,  con sus largos y gruesos dedos.  Seizel cerró los ojos e intentó pensar en su casa… No en su solitaria casa  de las montañas: la casa en la que se crió. La casa que la vio crecer, que la vio convertirse en la hechicera que es ahora. 


Notaba la respiración de Tornuk en el cuello, su húmedo aliento pegado en la nuca hacía que se le pusiese la piel de gallina. Él bajaba sus ásperas manos para poder levantar su falda y acariciar sus tiernos muslos. 

-Llevo esperando este momento desde que te conocí, hechicera. -Le dijo susurrándole al oído, mientras subía su mano derecha desde la pierna hasta el pecho. -Tócame… Déjame satisfecho.

Sintió un sudor frío. Su madre, ahí estaba mirándola… Peinándole el pelo con las manos, ayudándola a repasar los apuntes que le habían dado para ingresar en la escuela de hechiceros.  

-Recuerda, Seizel -Le decía con su dulce voz.-Si algo te pasa, si sientes la necesidad de estar en casa, sólo tienes que pensar en tus hermanas, en tu familia… En mi… Y nosotros te estaremos esperando .
Seizel la escuchaba atentamente, las palabras de su madre siempre la hipnotizaban, como si una droga fueran.
-¿Y si estoy demasiado nerviosa? ¿Y si no puedo pensar en nada?-Preguntaba una pequeña Seizel, asustada. 
-Pues entonces, mira a la luna… No dejes de mirarla… Es la misma luna que estaré yo mirando sea donde sea que esté. 

Eso hizo. Mientras Tornuk se paseaba a sus anchas por su piel, miraba fijamente a la luna, que asomaba a través de las rendijas de la ventana de la habitación, haciendo que todo se viera de un color plata intenso.

-¿Qué pasa, hechicera?-Comenzó a decir Tornuk, cogiéndola por los hombros y dándole la vuelta hasta que ambos se miraron a los ojos.-¿Es que tus hechiceros no te enseñaron cómo satisfacer a un hombre?-Dijo de una forma burlona, pero dura.

Seizel se puso, si cabe, más colorada y bajó la mirada. Cerró los puños con fuerza.

 Tornuk levantó una mano, y cogió a Seizel por la barbilla, haciendo que levantase la cabeza hasta que sus ojos se volviesen a encontrar. Lo veía tan de cerca que podía sentir como su mirada se clavaba más allá de su rostro. Tornuk no sólo quería quitarle la ropa: Quería desnudarle el alma. 

-Nunca te han tocado, ¿verdad?-Bajó el tono de voz y su cara adquirió una mueca ansiosa… Como si le acabasen de dar la mejor noticia del mundo.


Se había dedicado tanto al estudio de la magia, que nunca había tenido tiempo para sí misma, y menos para conocer a algún hombre. De echo, sólo se había fijado en un chico una vez, uno de Barem que solía ir a la taberna y le sonreía cada vez que la veía. Y por ello, se sentía en parte desgraciada. Seizel tenía 22 años y desconocía lo que era el amor.

-Eso lo vamos a arreglar… -Dijo, con más ansia todavía y con fuerza la empujó contra la cama.-Vas a conocer lo que un hombre puede hacerle a una mujer. 

La hechicera cerró los ojos. 

*Puedo salvar a Áless… Puedo salvarle la vida*-Pensó, mientras notaba la húmeda lengua de Tornuk tocarle la cara. Notó la presión que este hacía con sus rodillas en la cadera, notó sus dedos desabrochándole la camisa… Y notó como un líquido caliente se le caía en la cara. Abrió los ojos y vio como Tornuk sangraba a borbotones por la boca. 

Seizel pegó un grito y se apartó del cuerpo de Tornuk. Al mirar su espalda, tenía un puñal en forma de S clavado por el espalda. Levantó la mirada. Looise estaba de pie en la puerta, respirando agitadamente. 



Wednesday 7 September 2011

Julio

Los dos estaban sentados en las escaleras del rellano del edificio de ella. Era casi medianoche y no se escuchaba ni un solo ruido. Todos dormían.

-Mi vida ha cambiado-Dijo ella-y no lo entiendo. ¿Por qué ha ido todo tan mal?

-Bueno,-Dijo él pasándole un brazo por detrás .-Podría ser peor, ¿no, pequeña?

Ella lo miró directamente a sus ojos marrón oscuro y rasgados.  Él siempre se había portado bien con ella, y siempre la había escuchado atentamente cuando tenía un problema. No eran lo suficientemente cercanos como para ser los mejores amigos, pero tampoco eran tan desconocidos como para no confiar el uno en el otro.

Sentía rabia. Los últimos meses su vida había cambiado de una forma tan radical, que se mareaba solo de pensarlo. Cada vez que hablaba del pasado se le hacía un nudo en la garganta. Tampoco quería pensar en un futuro... Cada vez veía su vida más triste y solitaria, quizás por los últimos acontecimientos, quizás por que durante años, la empujaron a sentirse de esa manera.

-Faltan 5 minutos...-Suspiró- Y entonces todo se habrá ido... ¿No lo entiendes? Ya no podré ser un niña nunca más.

Julio rió.

-¿Lo dices en serio? Tampoco va a venir nadie y a obligarte a comportarte como una adulta.. Sólo vas a cumplir 18 años.

Ser una niña. No despertar... No tener responsabilidades... Eran cosas que anhelaba... Siempre tuvo que ser demasiado responsable y madura para su edad. Se notaba cansada, como si se hubiera hecho 4 veces más mayor cada año. Cumplir 18 años sólo hacía que todo el peso de lo que cargaba, se le cayera con más aplomo sobre los hombros.

-Pero tendré que serlo... Todos esperan que lo sea.

Él la miró fijamente y le acarició la cara con dos de sus dedos. A pesar de todo, o quizás pese a ello, era tan cándida... Dulce... Tan inocente...

La abrazó fuertemente, y ella pudo oler su esencia. pudo notar los latidos de su corazón... Y, por vez primera, pudo disfrutar de un abrazo sincero, un abrazo que no esperaba nada a cambio.

-¿Por qué eres tan bueno conmigo?-Preguntó, mientras se acurrucaba entre sus brazos-Nunca nadie lo había sido.

-Es por que no saben valorar-Le dijo, casi susurrándole al oído.-No pueden valorar ... No pueden ver que tienen oro delante... Están completamente ciegos.

Ella se apartó levemente y lo volvió a mirar a los ojos intensamente.

Julio volvió a acariciarle la cara y, suavemente, acercó las dos manos para sujetársela mientras le daba un dulce beso en los labios.

Dulce. El beso más dulce que jamás había recibido ni recibiría en su vida.

Ella se apartó.

-No... No me hagas esto.-Dijo.

Pero él insistió y volvió a apretar sus labios con los de ella.

Ella notó un nudo en la garganta. se apartó una vez más y lo miró de soslayo.
-No... No puedo.

 Y con una lágrima resbalando por su mejilla, salió de las escaleras para meterse en su casa.

Y nunca más hablaron. Y nunca más supieron nada el uno del otro. Pero 7 años después, ella lo recuerda. Y sigue recordando que fue el beso más dulce de su vida... Y sigue queriendo explicar su reacción: La reacción de una joven inexperta, acostumbrada a ser rechazada.

Tuesday 30 August 2011

Desamor.

Abrió los ojos.

El sol que entraba por la ventana le quemaba la cara, pero aún así no podía levantarse. No quería.

Seguía llorando. Llevaba horas haciéndolo, aún dormida... Pero no podía hacer nada por evitarlo, no quería.

Su corazón latía de una forma fuerte pero inconstante. Cada latido le hacía más y más daño, como sus huesos fueran de cristal, y a cada golpe se estuviera rasgando para, finalmente, romperse. Le dolía.

No podría volver a amar... ¿Para qué hacerlo? ¿Para que enamorarse de alguien, si al final iba  a escoger a  otra persona con la que estar? ¿Para qué malgastar un sentimiento en alguien que nunca la iba a amar?

Cerró con fuerza su puño hasta que, sin querer, se hizo daño con el colgante que llevaba en la mano.
Él se lo había regalado.

Leo y ella estaban más que unidos. Todo el pueblo decía que acabarían casándose... Que el amor que se tenían el uno al otro era inmenso... Que nunca habían visto a nadie queriéndose tanto.

Ella lo supo, supo que le quería. Quizás era por que se había centrado exclusivamente en él los últimos años, quizás eran sus besos, sus abrazos, sentir sus dedos sobre su piel...  Estaba loca por él.

Y él sólo era bueno, dulce y amable con ella... Protector... El hombre perfecto.

Y si, ella lo preparó todo. Quería contarle todo lo que sentía por él... Que quería ser suya, que quería que fueran uno... y lo esperó al final de la colina.

-Quiero contarte algo...-Le dijo, sonrojada.

Él la miró con sus ojos aguamarina y sus largas pestañas, directamente a sus ojos canela.

-Espero que para ti sea lo mismo... -Ella bajó la cabeza, avergonzada.

Él alzó su mano, y le levantó el mentón.

-¿Qué pasa, pequeña?-preguntó.

-Leo... Te quiero...

-¿Y qué te hace pensar que yo a ti no...?

-No, Leo... Lo que quiero decir es que cada vez que me tocas, siento fuego en mi interior... Cuando me miras, siento que quiero morir... Pero no puedo hacerlo si no te beso... Leo, estoy enamorada de ti...

Hubo un silencio que a ella le pareció eterno.. Quería morir en ese instante.

-Cariño,-Dijo Él...-Yo te quiero.- Tomó aire, y desvió la mirada al suelo.-Pero no te puedo querer... No en ese sentido... -Volvió a subir la mirada haciendo que sus ojos se encontrases con los de ella, que ya estaban llenos de lágrimas.- Soy gay.

En mil trozos. Notó como el corazón le estallaba en mil trozos. Apartó con brusquedad la mano de Leo de su cara, y salió corriendo hacia su casa.

No podía ser... No podía ser... Hiciese lo que hiciese... Leo nunca la querría.

Y eso la mataba...  Saber que nunca podría sentir ni lo más mínimo por ella, la consumía. Prefería que él la odiase... Preferiría que nunca se hubiesen conocido... Preferiría morir.

Sunday 10 April 2011

Nunca hacerle daño

No, ella no podía evitarlo. 
Cada vez que Sehel se acercaba, le daba un vuelco al corazón, le sudaban las manos si la sonreía y tartamudeaba si él trataba de entablar una conversación.
Luna recorrió la habitación intentando sacárselo de la cabeza, concienciandose de que no le hacía ningún bien pensar en él a todas horas... pero no podía evitarlo... No quería evitarlo. 
El teléfono sonó sacándola de sus pensamientos, y ella contestó sin mirar de quién se trataba. Era Laura.
El plan que le planteaba le venía bien: noche de chicas. salir, beber y divertirse... Olvidarse de todo... Disfrutar de la vida. 

Y así fue como Luna se puso su vestido más bonito y salió con una sonrisa de oreja a oreja pensando en que por una vez se había arreglado para ella. 

Las chicas la esperaban en su pub irlandés favorito, ella abrió con rapidez la puerta, pues hacía frío en la calle, y se metió en el local.  No era justo. No era justo que su día de "solo chicas" apareciese él... Más guapo que nunca. Con ese porte y esa forma de moverse que a ella tanto le gustaba.  Él la saludó desde la barra, y ella se acercó hecha un manojo de nervios. 

-Hace mucho que no te veo... ¿Qué tal?
Shehel la abrazó y ella aspiró ese aroma que la volvía loca. 
Sus miradas se cruzaron, y entonces ella lo supo: Él lo sabía. Sabía que ella lo necesitaba a su lado, que anhelaba sus besos... Que necesitaba sus caricias... Pero que nunca diría nada, pues no soportaría hacerle daño.

Luna se recompuso y, disculpándose, se marchó a casa, corriendo y llorando por el camino. Por que en ese momento, por fin se dio cuenta de aquella dura realidad, de que él jamás sería suyo... Y de que nisiquiera él hablaría jamás del tema ... Sólo para no herirla...  

Y se sintió pequeñita... Y sola... Muy sola.