Tuesday 16 September 2014

I wish I was death.

Sin sentir el dolor que solía evitar que uno continuase con lo que ella estaba, la joven siguió dibujando en su piel aquellas palabras de rabia y repulsión.  De sus ojos no salían lágrimas, pues se habían quedado fijos, casi inanimados, mirando hacia un vacío que nunca se llenaría.  No podía notar la punta de aquella afilada cuchilla rasgando lo poco que quedaba de seguridad en ella. Tampoco pudo notar el frío cuando el filo se metía dentro de su carne, era como si ella ya estuviera helada.  Aún así, las letras nos se paraban de suceder, y las palabras se escribían bien claras, como si sus dedos tuviesen ojos. 
Su corazón parecía acelerase y calmarse a la vez; recordó el día en el que decidió poner el coche a 140km/h y cerrar los ojos durante unos segundos que le habían parecido eternos. Ese tipo de sensaciones que no se tienen muy claro si son placenteras o no. 
Había decidido no poner música, pues sabía que podría dejarse llevar por el sonido de ésta, y no sabía lo que podría pasar si eso ocurría. Tenía miedo. En vez de eso, se concentró en los sonidos del edificio: Los llantos del bebé del apartamento contiguo, los ladridos del perro del primer piso, la canica que no paraba de rodar por el suelo del vecino de arriba... Respiró hondo y también se concentró en el olor a café que venía desde la ventana o el desagradable aliento de gato que su mascota desprendía al bostezar. Por primera vez en horas desvió la mirada hasta los ojos esmeralda de su gato, y pensó en cómo hacerlo: Primero debería de darle una explicación a sus seres queridos y decirles que no era culpa suya, escribir uno por uno los nombre de aquellas personas que la habían apoyado en algún momento en su vida, pedirles perdón... Y pensó en todas aquellas lágrimas derramadas. ¿Las habría? Quizás si.
Y por primera vez sintió dolor al caer una lágrima sobre una de aquellas heridas que habían provocado no sólo su turbio pasado sino la incertidumbre de su futuro. Miró a sus piernas, llenas de sangre y seguidamente miró a la cuchilla que sostenía. Instintivamente dio la vuelta a su muñeca y repasó sus venas con los dedos. La sensación de estar en aquel coche se desvaneció, parecía que había despertado de un sueño eterno y comenzó a llorar sin control, temblando, sin poder articular palabra... Y lo siguiente que hizo fue buscar ayuda. 

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