Wednesday 31 March 2010

Ciego

Él la miró. Ella acabab
a de aparecer por la puerta y su olor a canela inundaba la habitación. Todos se volvieron y sonrieron, hacía tanto tiempo que no la veían que estaba hasta cambiada. Todos corrieron a salidarla, abrazarla y preguntarle por sus andaduras. Pero él no. Se quedó impasible en su silla observando desde lejos la situación. Así solía actuar, y tal vez por eso a ella le gustaba tanto.

Le agradeció a todos la calurosa bienvenida, y se sentaron de nuevo.

-Buenas noches-Le dijo a él, con una tímida pero amplia sonrisa.
 Él sonrió levemente y la miró de una forma penetrante con aquellos oojos oscuros.
-Espero que te haya ido todo bien.
Ella sonrió una vez más.
-Todo como siempre.

Y se hizo el silencio... Interrumpido sólo por uno de sus amigos que le preguntó qué le apetecía, sin apreciar por un instante los colores que desprendía aquella situación, sin saber que ella quería sólo mirar al hombre que tenía delante para siempre, que se moría por algún gesto caluroso como un abrazo o un beso, sin intuír que había vuelto para no olvidar esa forma de mover las manos, de gesticular, de destrozarle el corazón una y otra vez a cada instante sin saberlo... Por que él nunca lo sabría. Él nisiquiera se imaginaba lo que ella se moría por decirle, pero que nunca diría...
Y así pasarían los años: Mientras sus amigos construían su futuro, creaban sus familias y eran felices... Ella siguió con la esperanza de que algún día, él la miraría y se daría cuenta de que estaba hecha para él... Pero nunca sucedió. Pobre ilusa.

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